martes, 28 de junio de 2011

Relatos sobre los 70 y la Unidad Popular



A poco de haberse cumplido 42 años del Cordobazo y el aniversario número 83 del nacimiento del Che Guevara, ambos acontecimientos se presentan como parte de la historia de las luchas populares tanto a nivel nacional como internacional. La generación del cordobazo, es la del che, es la de la revolución cubana, es la de las insurrecciones populares; la del tucumanazo, la del viborazo, la del correntinazo, la de trelew, la del rosariazo entre tantas otras. Es la generación que demostró que después del ejemplo de aquellos que liberaron la patria del colonialismo español, se encolumnaban ellos, con su generosidad, idealismo, inteligencia y creatividad, combatividad en la lucha y serenidad en la derrota, que alcanzaron los valores morales y éticos mas altos; la solidaridad, el patriotismo, la rebeldía y la dignidad; razones por las que tambien vamos a brindar homenaje.
Recordar las luchas de los ’70 es recordar a los seres humanos que actuaron colectivamente para cambiar la realidad en una sola dirección, la de la patria socialista.

Pero a veces parece que se quiere decir que solo tenían valores éticos y no es cierto.
Tenían tácticas y eran inteligentes, tan inteligentes que llegaron a poner en cuestión no solo la tasa de ganancia sino la propia supervivencia del poder burgués en la Argentina.
Dos cifras pueden ayudar a dar idea del desafío que la generación del Cordobazo instaló: una es el 49% de la renta nacional (en forma de salarios) que los trabajadores llegaron a conquistar luego de veinte años de huelgas generales, convenios colectivos, luchas para que nadie trabaje en negro o como subhumanos en talleres clandestinos como los textiles o las plantaciones agrarias símiles a las del Imperio Romano y las cifras del Terrorismo de Estado. Los 30 mil desaparecidos pero también los cientos de miles de presos, cesanteados, exiliados y perseguidos por la dictadura que vino a cortar la lucha liberadora.
La burguesía no tenía objetivo más preciso que el de modificar a su favor la distribución de la renta nacional y para lograrlo dejó de lado sus velos democráticos y civilizados para ponerse la capucha del torturador y asesino. La magnitud de la reacción fue proporcional a la magnitud del desafío; en la obra genocida está el primer reconocimiento a la inteligencia, valentía y dignidad de la generación del Córdobazo
Pero lo importante es resaltar la experiencia que las masas realizan de confrontar con los gobiernos y van poniendo en crisis  al estado de bienestar  con sus luchas. En su experiencia se instala la convicción de que luchando colectivamente se puede mejorar la vida y eso genera un sentido común que es la base material, o cultural que para el caso es lo mismo, de la generación del Cordobazo.
Algunas enseñanzas de aquellas luchas:
1. No subestimar al enemigo. Conocerlo mejor. Saber que actúa como un bloque de poder fuertemente integrado al sistema de dominación imperialista.  El enemigo nunca apuesta a una única “ficha” y actúa hacia todos los proyectos políticos: para coptarlos, para influírlos o para destruirlos.  Tiene la fuerza de representar la tradición de dominación imperialista que lleva 500 años en América, y de ser parte de un poder imperialista nunca conocido en la historia humana: más fuerte que el Imperio Romano o el de de Carlos V cuando en los dominios de España no se ponía el sol.
2. Comprender al capitalismo como una integralidad inseparable de mecanismos de explotación y sistemas de dominación. Y que si peligra el dominio burgúes, el compromiso con las “formas democráticas” desaparece. ¿Quién fue capaz de imaginar el nivel de perversidad y carácter sistemático del genocidio? Somos una sociedad post genocidio. Somos mucho más fruto de la tortura y la desaparición forzada del Terrorismo de Estado que herederos de la causa independentista de Mayo. El capitalismo actual es el resultado de 25 años de transformaciones en todos los planos de la vida social argentina, pero especialmente en la esfera de la subjetividad donde ha calado hondo la predica de que no hay otro camino predicada primero por medio del terror (intentar otro camino traerá más muerte y represión…) Y luego por el triunfalismo de los ’90. A lo máximo que se atreve el proyecto político triunfante de la puja al interior del poder en el periodo 2001/2003 es a proclamar –otra vez- un capitalismo humanizado bajo la forma de un supuesto modelo neo desarrollista, que claro que es distinto al neoliberalismo fundamentalista pero no deja de ser capitalismo, y como tal es mucho más continuidad que ruptura con los quinientos años de dominación y explotación. Que sea conveniente su continuidad para aspirar a superarlo dialécticamente con las luchas populares no lo transforma en deseable o punto de llegada de las tradiciones revolucionarias de los 70 y mucho menos del Córdobazo.  El primer atributo que debe construir el movimiento popular es la convicción de que puede organizar la vida en la argentina, y de otro modo que el modo burgués que construyó este capitalismo.
3. Superar una visión no correcta del problema del poder que tenía varías expresiones:  Hace falta una nueva visión del poder . Poder popular como proceso de construcción de atributos de autonomía del movimiento popular que creen condiciones para la disputa abierta por el poder. Y eso nos lleva a una correcta relación entre reforma y revolución, en que no se trata de discutir tanto el objetivo por el qué luchar, sino el cómo: si los trabajadores se organizan, crecen en conciencia y organización, ganan en autonomía política y conquistan espacios de gestión de sus propios intereses.  Hace falta un sucesivo proceso de unidad de las izquierdas que converja con un proceso de unidad de los movimientos sociales que se proponen superar el capitalismo, y ese proceso de unidades debe estar al servicio de construir poder popular como espacios políticos culturales y geográficos de autonomía, entendida como distancia del Poder y no como “embajadas” de la fracción buena del Poder.

4. Para vencer a semejante enemigo, hace falta un nivel superior de luchas de masas, de unidad política y de unidad de las fuerzas revolucionarias. Uno de los grandes problemas de los ’70 era el fuerte peso de la autoproclamación de las vanguardias casi por parte de todos. Y la autoproclamación de vanguardia lleva a concebir a la unidad con otras fuerzas revolucionarias –en el mejor de los casos- como una cuestión táctica y no como una cuestión estratégica. De principios. Y esto también vale para un periodo de acumulación de fuerzas como la actual (con otras tareas que las que afrontaron los compañeros de la generación del ’70).  Visto así el tema de la unidad es indisoluble del tema de la renovación del pensamiento y la práctica política revolucionaria, y ambas son condiciones previas indispensables para la constitución de una verdadera voluntad popular de cambios (en el sentido de Gramsci que es similar al concepto de factor subjetivo del Che).  Toda esa discusión hoy se concentra en la cuestión de si el kirchnerismo es en sí un movimiento de liberación nacional y si así fuera, suficiente como para emprender las tareas de la Segunda Independencia.  No lo es, y si así fuera, no tendría capacidad para triunfar de una manera aislada.  Como en los setenta la cuestión no es encolumnarnos detrás de un partido de izquierda que se proclame vanguardia por sí y ante sí, ni tampoco subordinarnos a un movimiento que alberga diversos proyectos y que mantiene la hegemonía del sector más poderoso de la burguesia local, la cual sigue subordinada al gran capital y no tiene en su horizonte otra cosa que su propio crecimiento, o sea, el capitalismo humanizado.
Esta charla no es solo para recordar a aquellos que cayeron peleando por una patria socialista sino también para recuperar el peso de la lucha y la unidad popular para los tiempos que corren.

Sobre texto de José Schulman.